Resulta difícil encontrar un producto que sin llegar a estar en el mercado halla generado tal cantidad de información y opiniones en los medios como las gafas de Google.
En principio, es algo bueno generar impacto mediático, sin embargo, cuando el lanzamiento de un producto se dilata demasiado en el tiempo, pueden generarse falsas expectativas, miedos, prejuicios y problemas de comunicación que pueden terminar perjudicando las acciones de marketing y relaciones públicas.
En este sentido, se ha pronunciado recientemente, en unas declaraciones a Forbes, Ed Sanders, Director de Marketing de Google Glass. "Lamentamos que las Glass no estén disponibles para el gran público y que esto sea una elección deliberada". "Parece razonable que la mejor manera de cambiar la percepción hacia el dispositivo es lanzarlo a la venta, pero aún no hemos sido capaces de hacerlo. Cuando el producto se vende las percepciones erróneas realmente desaparecen".
Google ha utilizado el programa Explorer para poner a prueba el producto entre un selecto grupo de personas. Sin embargo últimamente, se han producido algunos hechos que han perjudicado la imagen de las Glass, especialmente en asuntos relativos a la privacidad.
Varios incidentes se produjeron en San Francisco, donde algunos usuarios se vieron increpados por usar el dispositivo en lugares públicos como bares y restaurantes. Algunos falsos prejuicios, como el reconocimiento facial, o la grabación y difusión de imágenes privadas, comenzaron a extenderse por las redes sociales y llevaron a Google a presentar un decálogo para destruir los falsos mitos y rumores acerca de su producto.
Hace pocos días, Google amplió su programa Explorer, permitiendo al gran público residente en EEUU, adquirir unas gafas de prueba por unos 1.500$, cifra que muchas personas, incluso los early adopters, han considerado demasiado alta. El pasado lunes, Google añadió la opción "Probar antes de comprar", que permite al usuario recibir un prototipo no funcional (sin software) del dispositivo, con cuatro monturas distintas y anteojos intercambiables, para poderlos probar antes de comprar.
Sanders defiende el alto precio justificado por una tecnología disruptiva y la intención de disuadir a los no apasionados de utilizar el producto de inmediato.
Claro está que Google siempre ha querido dotar a su producto estrella de cierto aire de elitismo, pero tendrá que luchar cada vez más duro para controlar los problemas de comunicación que se seguirán generando hasta que el producto definitivo esté por fin en las manos del público, algo que por el momento, nadie sabe cuándo ocurrirá.