Estos días estamos asistiendo a un intenso debate sobre una de las grasas poco saludables más utilizadas en productos de alimentación, el aceite de palma.
El acicate ha sido el anuncio de Alcampo por el que se compromete a erradicar esta grasa vegetal de sus productos de marca blanca. Si bien no es la primera –la cadena SuperSano ya ha retirado más de 100 referencias- sí se trata de un golpe importante para la industria, que esta vez viene de uno de los más grandes.
"En Auchan Retail España estamos trabajando con nuestros proveedores con el objetivo final de eliminar el aceite de palma de nuestras marcas propias en todas aquellas referencias en las que tecnológicamente sea posible sustituirlas, y asegurando, en las que no, que dicho aceite proceda de fuentes sostenibles", explicaron desde la compañía.
El aceite de palma es una grasa que se obtiene del fruto del árbol de palma africano, el 85 % de la producción mundial de este aceite proviene de Indonesia y Malasia. Se utilizada de forma habitual en productos de panadería, pastelería, bollería industrial, galletas, chocolates, cremas para untar, snacks, etc.
El problema es que este producto ha sido relacionado por algunos estudios científicos con patologías cardiacas y el cáncer. Su mala prensa ha crecido en los últimos años no solamente por sus efectos perjudiciales para la salud sino por los efectos nocivos para las selvas tropicales que ha originado su producción masiva.
¿Es realmente perjudicial?
Parece un hecho comprobado que el aceite de palma contienen ésteres glicídicos que aumentan los niveles en sangre de colesterol malo o LDL, induciendo por tanto patologías cardíacas como la ateroesclorosis e infartos de miocardio.
Esto podría ser un motivo más que suficiente para no consumirlo pero veamos que dicen las autoridades sanitarias internacionales. Según Helle Knutsen, jefa del Panel de Contaminantes de la Cadena Alimentaria de la EFSA (la autoridad europea de salud alimentaria), "no se puede establecer un nivel de ingesta seguro para estos ésteres".
Por ahora, este compuesto no forma parte de la lista de ingredientes cancerígenos de la OMS y ni la Unión Europea ni otros organismos nacionales de salud han prohibido su uso o recomendado excluirlo de la dieta, aunque la EFSA afirma que el aceite de palma contiene ésteres gliciril de ácidos grasos (GE) que, procesados a más de 200º, dan lugar a un compuesto tóxico y cancerígeno: el glycidol. Claro que someterlo a esa temperatura es un proceso habitual para mejorar su sabor y color.
Un reciente estudio del IRB Barcelona asegura que el ácido palmítico, uno de sus principales componentes, es capaz de potenciar el crecimiento de las células cancerígenas induciendo la metástasis.
¿Salud o marketing alimentario?
Aunque algunos fabricantes o marcas como Nutella, han intentado defender sus productos fabricados con aceite de palma, hemos llegado a un punto en el que su retirada de los grandes supermercados empieza a ser casi obligada ante la presión de la opinión pública y las críticas negativas constantes que se generan desde asociaciones medioambientales y el sector de la medicina y muy especialmente la nutrición infantil.
Tanto es así que las grandes cadenas de supermercados en nuestro país ya han empezado a tomar medidas, negociando con sus proveedores productos alternativos que no contengan este componente. La situación actual está forzando a los demás a pronunciarse; algunas cadenas como DIA, Mercadona y Eroski, han reconocido tímidamente su intención de reducir este producto en la medida de lo posible. Otras como Lidl e Hipercor aseguran en un ejercicio de marketing tan encomiable como poco creíble, que el aceite de palma de los productos que pueden encontrarse en sus lineales es de producción ecológica o sostenible.
Es evidente que eliminar gradualmente los productos que contienen aceite de palma es una buena noticia para la salud de los consumidores. Al mismo tiempo es también evidente que esta decisión responde a una estrategia de marketing y relaciones públicas que se entiende mejor cuando se analiza la enorme cantidad de productos con componentes muy poco saludables que se venden en los mismos supermercados –grasas transaturadas, productos azucarados, productos con carragenanos y un sinfín de componentes químicos que comparten las mismas listas negras que el aceite de palma-, siguen campando a sus anchas en sus lineales.
En cualquier caso, el marketing conecta el producto con el consumidor y será por tanto este último quien tenga la última palabra. Cuando la demanda de estos productos caiga en picado desaparecerán de los lineales del supermercado y serán sustituidos por otras opciones, esperemos que más saludables.