Nuestra mente se pasa la vida intentando predecir el futuro. La incertidumbre del mismo y la incapacidad de conocer el devenir de los hechos es uno de los motivos que conducen a la “no acción” o cómo se dice vulgarmente “la parálisis del análisis”.
Afortunadamente la evolución ha dotado a los seres humanos de una poderosa herramienta para experimentar y analizar los hechos y nuestra respuesta ante los mismos incluso antes de que éstos ocurran. Es lo que se conoce como “simulación contrafactual”.
¿Y si…?
Ésta es la forma que adopta la pregunta típica que nos permite acceder a la capacidad de simulación de nuestro cerebro. Podríamos imaginar que se trata de una aplicación de la imaginación que mediante la instrucción o pregunta: ¿y si…? o ¿qué pasaría si…? hace que nuestro cerebro se ponga a trabajar experimentando la situación y encontrando las soluciones a las posibles amenazas.
Se trata de una herramienta extremadamente poderosa e infrautilizada que nos permite simular cualquier cosa posible. El único límite es nuestra imaginación.
Desarrollo profesional
A menudo las personas que se encuentran en desempleo o que atraviesan una crisis laboral se encuentran paralizadas por los miedos y la resistencia al cambio. Una persona en paro puede estar esperando una oferta de empleo que nunca llega desperdiciando la oportunidad de buscar otras nuevas simplemente por no plantearse que pasaría “si la primera fallase”. La verdad es que podemos hacernos preguntas que nos obliguen a simular distintas situaciones como cambiar de departamento en la empresa, abandonar un trabajo sin proyección y emprender por nuestra cuenta, o incluso imaginar que emigramos al extranjero en busca de algo mejor. Las posibilidades son infinitas.
Cualquier evolución o desarrollo personal pasa por ir de un punto A hasta un punto B. En el momento que proponemos un destino artificial nuestro cerebro lo toma como real y empieza a trabajar trazando la hoja de ruta y ayudándonos a comprender qué elementos necesitamos para hacer realidad nuestros sueños.
Las cosas lejanas parecen enormes
Decía Faulkner que “el hombre es la suma de sus desdichas”, no es extraño que nuestro cerebro haya desarrollado artimañas para evitar los errores y fracasos. Nuestra mente trata de protegernos y busca refugio en la tranquilidad y el sosiego de la rutina, del camino ya probado o conocido. Cuando nos enfrentamos a nuevos retos tiende a sobrevalorar las amenazas y a magnificar los problemas asociados a lo desconocido.
Esta es la razón por las que muchas personas que se plantean emprender un negocio terminan percibiendo tantos problemas y amenazas que desisten rápidamente. ¿Qué pasará si no funciona, si el producto no gusta, no puedo devolver los créditos o se ríen de mí? Son amenazas típicas magnificadas por nuestro cerebro para protegernos y garantizar la supervivencia. ¿Qué podemos hacer entonces?
La acción siguiente
Lo cierto es que cuando nos acercamos al problema en cuestión y analizamos las cosas más de cerca, los panoramas desoladores imaginados por nuestro cerebro resultan no ser tan negros ni peligrosos. Simplemente nos damos cuenta de que a menudo sólo debemos trazar un plan y concentrarnos en “la acción siguiente”. Las cosas son tremendamente más fáciles cuando nos enfrentamos a ellas paso a paso y con un orden coherente y lógico. De esta forma nuestra energía no se desperdiciará en intentar resolver todo de golpe o en tratar de abarcar lo imposible permitiéndonos centrarnos en las pequeñas prioridades que nos permitirán avanzar y conseguir el objetivo final.