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Es posible que creas que en tema de publicidad y fotografía de moda ya lo has visto todo, incluso es posible también que te hayas acostumbrado a ver imágenes denigrantes de la mujer en revistas, spots y vallas publicitarias. Pero aún con todo te aseguramos que la última campaña publicitaria que la firma Kling ha presentado en las redes sociales, no te dejará indiferente.

Jóvenes chicas de aspecto famélico, afligido y quebradizo, tiradas por el suelo en poses absurdas e imposibles, luciendo –si puede decirse así- los alegres estampados característicos de la marca, muestran insistentemente y sin venir a cuento feas bragas de colores.

Las bragas –no braguitas, bragas grandes y horteras—son las incomprensibles protagonistas de las imágenes con las que Kling quiere vender su colección a “chicas que quieren divertirse y disfrutar de los derechos humanos”, este es el extraño claim con el que la firma se define en su cuenta de Instagram. ¿Es esta la mejor manera de luchar por los derechos humanos? Las modelos de Kling parecen más zombies que personas, pálidos y macilentos espectros vejados y humillados ante la lente del fotógrafo.

Kling es una firma española de ropa desenfadada y juvenil para mujeres de corta edad cuyo principal objetivo estético es mostrarse modernas, divertidas y no parecerse a sus madres. Un target de similares características al de otras firmas como Desigual. Es verdad que ésta última y popular marca ha optado por mostrar el empoderamiento femenino con polémicos anuncios en el que las “modern girls” se enrollan con tímidos chicos menores de edad o pinchan los condones a sus novios, demostrando que ellas son las que mandan.

Pero ni siquiera Desigual ha llegado nunca tan lejos a la hora de mostrar su peculiar imagen de la mujer.

Las chicas de Kling son meros objetos perdidos en un desolado paisaje, sórdidos trozos de carne esparcidos por el suelo en posturas tan absurdas como denigrantes, un simple soporte para los alegres estampados floreados que decoran sus vestidos.

 

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Las chicas de Kling no son mujeres y si lo son dan pena. Quizá su extravagante y lamentable aspecto sirva para vender algunos vestidos, pero no aportan nada a la publicidad, entendida como comunicación creativa y responsable con los valores de su tiempo.

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